viernes, 26 de septiembre de 2014

Washington se prepara para una nueva guerra mundial

Juan Manuel Olarieta

El año pasado el diario británico The Telegraph (1) desempolvaba una reliquia sacada de los más oscuros archivos de los tiempos del Telón de Acero: en previsión de una Tercera Guerra Mundial los imperialistas tenían preparado incluso el discurso con el que la reina Isabel II anunciaría el inicio de las hostilidades. Como todo ese tipo de previsiones siniestras, tenía hasta uno de esos nombres en clave enigmáticos: Wintex-Cimex 83, en donde la cifra indicaba el año fatídico de 1983 en que la URSS bombardeaba aquel país con armamento químico.

El nombre en clave ocultaba un documento de 130 páginas con todas las previsiones militares propias de una carnicería de esas características. Los autores de ese tipo de planes son siempre sujetos sacados de las mismas alcantarillas podridas: políticos de las altas esferas, militares con muchas estrellas, espías sin escrúpulos, policías siniestros... Los planes contaban con una guerra en la que no faltarían bombardeos nucleares. Sólo en Inglaterra las previsiones sobre muertes ascendían a 33 millones de personas, más que en toda la Segunda Guerra Mundial.

Aquellas ratas de las cloacas no sólo escribieron el discurso de la reina sino también lo que debían poner los titulares de los periódicos. Por ejemplo, la página 2 del diario The Sun tendría este encabezamiento: "Guerra, la palabra que no queríamos imprimir". Es indicativo del control extremo que determinados personajes, los llamados poderes fácticos, los que realmente ostentan el poder, ejercen sobre todo un país y la manera en que lo manipulan.

Han transcurrido 30 años, la URSS ya no existe y el Pacto de Varsovia tampoco. Si los culpables de la guerra han desaparecido deberíamos esperar que la guerra hubiera desaparecido también, pero no es así. Naturalmente, porque los culpables de la guerra no son otros que ellos mismos, los que siempre se presentan como víctimas de ellas, los que siempre tienen la guerra entre sus cálculos, es decir, los imperialistas.

Lo que no ha desaparecdo es el imperialismo y, por lo tanto, tampoco han desaparecido las guerras, sino más bien al contrario. Hace un mes y medio, el 31 de julio, la agenda militar aprobada por Obama ordena al Pentágono que se prepare para entablar hasta media docena de guerras simultáneamente, incluyendo guerras contra adversarios que poseen armas nucleares (2).

El documento se titula "Ensuring a Strong Defense for the Future" (Asegurar una defensa potente para el futuro) y ha sido redactado por el Panel Nacional de Defensa, un grupo de antiguos dirigentes civiles y militares nombrados por el Congreso para suministrar una perspectiva crítica de la agenda provisional que el Pentágono ha publicado este año, el plan cuatrienal de defensa 2014.

El Panel de Defensa Nacional está copresidido por William Perry, secretario de Defensa con Clinton, y por el general John Abizaid, antiguo jefe del Comando Central de Estados Unidos. Entre sus miembros hay otros cuatro generales de la reserva, así como Michele Flournoy, antiguo subsecretario de Defensa con Obama, y Eric Edelman, dirigente neoconservador y subsecretario de Defensa en el gobierno de Bush.

Se trata, pues, de un equipo de los dos partidos, republicano y demócrata, que representa a todo el espectro de la alta política y los negocios de Washington en materia de estrategia militar. Su informe se ha publicado bajo los auspicios de un organismo financiado por el gobierno que se dedica al estudio de las guerras modernas, aunque su nombre, US Institute of Peace (Instituto estadounidense de la Paz), aparente lo contrario.

El documento advierte de los peligros a los que Estados Unidos se verá sometido, refiriendo en primer lugar la fuerte expansión de China y Rusia, antes de mencionar a Corea del norte, Irán, Irak, Siria, a todo Oriente Medio y África. Por lo tanto, China y Rusia han sido promovidos al primer lugar entre los objetivos potenciales de un choque militar con Estados Unidos, por delante de los tres países del Eje del Mal que Bush planteó en su famoso discurso de 2002.

El documento indica que durante las dos décadas anteriores, desde el colapso de la URSS en 1991, la doctrina militar de los Estados Unidos se ha basado en la previsión de hacer frente a dos grandes guerras de forma simultánea (“two-war construct”). En el momento actual es necesario un cambio radical de esta doctrina porque las amenazas van en aumento y con ellas los escenarios posibles de la guerra mundial:

"Creemos [...] que la capacidad de hacer una guerra por todas partes es la condición sine qua non para ser una superpotencia y es, por tanto, esencial para la credibilidad de la estrategia mundial de Estados Unidos en materia de seguridad nacional. En el contexto de las actuales amenazas, Estados Unidos podría, con toda probabilidad, verse obligado a tomar medidas preventivas o a luchar en varias regiones a lo largo de períodos que se superponen: en la península coreana, en los mares de la China oriental y meridional, Oriente Medio, sur de Asia, y por qué no, en Europa. Estados Unidos también se enfrenta la posibilidad de tener que hacer frente a adversarios con armas nucleares. Además, la expansión de Al-Qaeda y sus emanaciones en nuevas partes de África y Oriente Medio requiere que el ejército americano sea capaz de asumir operaciones antiterroristas a escala mundial y defender el territorio americano mientras estemos inmersos en conflictos regionales fuera de nuestras fronteras".

El listado de frentes de combate indica que imperialismo estadounidense se está preparando para luchar en cinco o seis grandes guerras, es decir, una guerra esparcida por todo el mundo.

La estrategia militar pone el foco en China y Rusia como posibles objetivos, dos países que tienen, respectivamente, el segundo y el tercer arsenal nuclear del mundo, por detrás de Estados Unidos.

El documento confirma que el Pacífico es el foco principal de las contradicciones interimperialistas. Por eso apoya la estrategia actual de Obama, basa en un reequilibrio de las fuerzas militares de Estados Unidos respecto a China, describiendo esta iniciativa estratégica, como un esfuerzo por reafirmar "la primacía de la región Asia-Pacífico entre los intereses de seguridad de Estados Unidos".

En cuanto a la eventualidad de que dicha guerra pueda estallar, cabe señalar que el Panel de Defensa Nacional está discutiendo actualmente los posibles factores desencadenantes de una gran guerra, en particular en el Extremo Oriente:

"La proliferación de sistemas cada vez más autónomos, que no requieren de intervención humana, en Asia-Pacífico y Oriente Medio, por ejemplo, tendrá un impacto perjudicial en el mantenimiento de la estabilidad durante una crisis o sobre la gestión de la escalada, si estalla un conflicto. Unido a la proliferación de herramientas cibernéticas ofensivas y defensivas, así como de defensa antiespacial, esos sistemas afectarán seriamente a la relación entre la fuerza militar ofensiva y defensiva en las regiones clave, aumentando así el riesgo de que una crisis degenere rápidamente en un conflicto antes de que los políticos y mandos militares puedan reaccionar a tiempo".

Por decirlo con claridad: una guerra mundial puede estallar sin intervención humana, por la interacción de los aviones no tripulados, sistemas automáticos de respuesta, equipos digitales de comunicaciones y otros.

El salto de una guerra en dos frentes a otra en cinco o seis repartidos por distintos continentes plantea muchos desafíos para los que Estados Unidos no están preparado. Un despliegue militar más vasto supone que los costos económicos se van a multiplicar. Para reducir ese costo, tarde o temprano, los imperialistas estadounidenses tendrán que reducir el porcentaje de voluntarios entre la tropa e imponer el servicio militar obligatorio a fin de reclutarla entre los parados, los emigrantes sin papeles, los presos y los sectores más marginados de la sociedad, e incluso una parte de la clase obrera.

En esa línea el informe estratégico expresa su preocupación por las restricciones presupuestarias que aquejan a Estados Unidos. Sostienen que las limitaciones impuestas a los gastos militares se deben a la carga del gasto sanitario y los programas sociales, cuyo monto se debe reducir para sostener la escalada miliar.

El carácter bipartidista del documento, en fin, testimonia la unidad interna entre todos los componentes de la clase dominante estadounidense en el desencadenamiento de una guerra sin precedentes para salvaguardar su hegemonía y su dominación sobre extensas regiones del mundo.

Esto confirma una vez más la necesidad imperiosa de que el movimiento antifascista denuncie estos planes criminales del imperialismo, se prepare, se organice y luche activamente contra la nueva guerra en ciernes.

Tomado de: MovimientoPoliticodeResistencia

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